La placa dental, que es el enemigo mortal de los dentistas, resulta ser una cápsula del tiempo para conservar las bacterias y las partículas de comida en los dientes mucho tiempo después de la muerte de un ser humano, informa el periódico ‘Nature World News’.
«Algo bastante claro sobre la población que hemos estudiado es que no se limpiaban los dientes con frecuencia, si es que acaso lo hacían», relata Cristina Warinner, antropóloga de la Universidad de Zúrich, Suiza, y de la Universidad de Oklahoma, EE.UU, que estudió unos ejemplares de cálculo dental de individuos que vivían en el monasterio Dalheim, sur de Alemania, en el siglo XI.
El ADN de la comida encontrada en la placa corresponde a cerdos, ovejas, trigo y verduras como la col. También los investigadores han dado con gránulos de almidón de cereales y habas.
Los esqueletos tienen placa que acumularon en sus dientes por muchos años o décadas, y muchos de ellos muestran síntomas de enfermedad de encías o de caries. Aunque algunos individuos tenían una dentadura sorprendentemente buena, la mayoría de los adultos había perdido casi todos sus dientes por desgaste, caries u otras enfermedades.
Los primates no humanos y otros animales salvajes rara vez sufren enfermedades dentales. Según Warinner esto provoca la cuestión: «¿Qué particularidad del organismo humano permite el desarrollo de estos patógenos?». Los científicos suelen insistir en que la culpa es del régimen de alimentación y del estilo de vida de hoy, pero el equipo de Warinner proyecta analizar poblaciones más antiguas de otros periodos históricos para aclarar la situación.