“Estuve con ellos durante los últimos tres a doce semanas de sus vidas. La gente madura mucho cuando se enfrentan a su propia mortalidad”, señaló.
También manifestó: “Aprendí a nunca subestimar la capacidad de una persona para crecer. Algunos cambios fueron fenomenales. Cada uno de ellos experimentó una variedad de emociones”.
1. Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir una vida fiel a mí mismo, no la vida que otros esperaban de mí
Este fue el lamento más común de todos. Cuando las personas se dan cuenta de que su vida está a punto de terminar y miran hacia atrás con claridad, es fácil ver cuántos sueños no se han cumplido. La mayoría de la gente no había cumplido aún la mitad de sus sueños y tenía que morir sabiendo que era debido a las elecciones que habían hecho, o que no hicieron.
2. Ojalá no hubiera trabajado tan duro
Esto salió de cada paciente de sexo masculino que cuidé. Se perdieron la juventud de sus hijos y la compañía de su pareja. Las mujeres también hablaron de este pesar. Pero como la mayoría eran de una generación anterior, muchos de los pacientes de sexo femenino no habían sido el sostén de su familia. Todos los hombres me cuidé lamentaron profundamente el haber gastado tanto sus vidas en la cinta de una existencia de trabajo.
3. Ojalá hubiera tenido el coraje para expresar mis sentimientos
Muchas personas suprimieron sus sentimientos con el fin de mantener la paz con los demás. Como resultado, se conformaron con una existencia mediocre y nunca llegaron a ser lo que eran realmente capaces de llegar a ser. Muchas enfermedades se desarrollan como un resultado relacionado con la amargura y el resentimiento que cargan.
4. Me hubiera gustado haber estado en contacto con mis amigos
A menudo no se dan cuenta realmente de los beneficios de los viejos amigos hasta que sus semanas de convalecencia, y no siempre fue posible localizarlos. Muchos de ellos habían llegado a ser tan atrapados en sus propias vidas que habían dejado que amistades de oro se desvanecieran por el paso de los años. Pese a los lamentos profundos acerca de no dar a las amistades el tiempo y el esfuerzo que se merecían. Todo el mundo pierde a sus amigos cuando está muriendo.
5 . Me hubiese gustado permitirme a mí mismo ser más feliz
Esta es una sorprendentemente común. Muchos no se dieron cuenta hasta el final de que la felicidad es una elección. Se habían quedado atrapados en patrones y hábitos antiguos. El llamado “confort” de la familiaridad desbordado en sus emociones, así como su vida física. El miedo al cambio les había fingiendo a los demás, y para su yo, que estaban contenidos. Cuando muy adentro, anhelaban reír correctamente y tener esa estupidez en su vida de nuevo.
La vida es una elección. Es su vida. Elija conscientemente, elija sabiamente, elija honestamente. Elija felicidad.