Alemania es la cuarta economía más grande del mundo, el corazón de la eurozona y el guardián de la disciplina financiera. Teniendo eso en cuenta, cuando se trata de dinero -y particularmente deuda-, ¿qué motiva a los alemanes?
La elección de un gobierno de izquierda en Grecia bajo la promesa de reducir la montaña de deudas del país ha provocado un punto muerto con la potencia económica de Europa. Y ha puesto en el centro del escenario la actitud ultraconservadora alemana.
La extrema aversión a la deuda que tienen los alemanes tiene raíces profundas en el idioma mismo, apunta Marcel Fratzscher, director del Instituto de Investigación Económica de Alemania.
“La palabra en alemán para ‘deuda’ -‘schuld’- es la misma que para ‘culpa’”, explica. “Si uno se endeuda, ha hecho algo malo, y eso describe muy bien la actitud de los alemanes”.
El estilo alemán es “ahorre ahora, tenga después” más que “tenga ahora, pague después”, y eso es cierto incluso para las nuevas generaciones.
En las calles de Berlín, jóvenes alemanes le contaron a la BBC qué harían si se ganaran un millón de euros. ¿Comprar un auto nuevo o ropa… quizás irse de vacaciones? “Lo ahorraría para cuando lo necesite”, fue la respuesta típica.
El hábito de ahorrar dinero es clave para entender otra característica de los alemanes: el miedo a la inflación.
QUE NO SE SALGA DE LAS MANOS
El sentido común dice que esto se debe a las cicatrices que quedaron por la hiperinflación de los años 20, cuando el tipo de cambio se descontroló: un dólar pasó de valer cuatro marcos a cuatro billones.
Puede que queden algunos ecos de ese período. No obstante, eso ocurrió hace casi 90 años, y los alemanes ya lo dejaron atrás. La razón real es el amor de los alemanes por el ahorro. La inflación es enemiga de los ahorradores.
Por ello, para una nación llena de ellos, la idea de bajar las tasas de interés e imprimir dinero presenta una amenaza doble: reduce la tasa de interés que recibes por tus ahorros y cualquier inflación futura implica que esos mismos ahorros permiten comprar menos.
Las buenas noticias para Alemania es que la inflación no ha llegado y, aunque las tasas de interés son bajas, la debilidad relativa del euro ha mantenido los precios de las exportaciones -como carros y maquinaria- competitivos.
Y QUE QUEDE EN FAMILIA
Efectivamente, el éxito en educación, ingeniería y exportación es fuente de orgullo considerable en Alemania.
Los economistas le acreditan al milagro económico de la posguerra -o “Wirtschaftswunder”- el haber establecido unos principios cruciales e imbricados.
Estos son evidentes en la fábrica de motores electrónicos de la familia Menzel en Berlín.
Mathis Menzel, empezó a trabajar ahí cuando era niño. Ahora, en sus 30s, maneja la compañía que fundó su abuelo en 1927.
Thomas Dobratz, el supervisor del taller de la fábrica, empezó a trabajar ahí hace un cuarto de siglo.
Ese tipo de largas relaciones familiares entre las fábricas y quienes trabajan en ellas es común en el mundo industrial alemán, dice Menzel.
Es muy común que la gente pase toda su vida laboral en la misma firma, señala, lo que permite que tanto las habilidades como la lealtad se desarrollen.
Y esa lealtad es mutua. Buenos salarios -entre US$45.000 y US$70.000 al año promedio en una fábrica- mantienen a los empleados de Menzel leales a su compañía. A su vez, las calificaciones y experiencia de esos empleados mantienen a Menzel leal a ellos.
Incluso si pudiera contratar trabajadores por menos dinero en otros países, le dice a la BBC, no está tentado a hacerlo.
Menzel está convencido que eso pondría en riesgo la calidad de sus productos, y hay gran demanda por calidad; eso es una de las razones por las que las exportaciones representan un impresionante 50% del PIB alemán.
HAY QUE SACRIFICARSE
La decisión de no subcontratar su fuerza de trabajo es un rechazo firme a la seducción de la ganancia financiera a corto plazo. Y esa manera de pensar ofrece otra pista sobre los principios que le han servido bien tanto a la fábrica de Menzel como a la economía alemana en general.
Menzel piensa que el hecho de que su compañía es una empresa familiar -como muchas de las firmas “mittelstand” (medianas) alemanas- significa que no está obligado a complacer las demandas cortoplacistas de accionistas.
Le permite pensar en términos de décadas, no cuartos de año financiero, señala.
Sin embargo, no todo es un lecho de rosas para los trabajadores alemanes.
Tras la reunificación en 1990, Alemania decidió que el tipo cambiario sería de un marco de la República Democrática Alemana por uno de la República Federal de Alemania.
Políticamente, probablemente fue una solución diplomática.
No obstante, casi de un día al otro, los empleados de las improductivas fábricas manejadas por el Estado de Alemania Oriental se tornaron demasiado costosos de mantener. Su productividad iba rezagada respecto a sus pares occidentales, las plantas perdieron contratos y pronto cerraron.
Eso frenó el crecimiento hasta que el canciller Gerhard Schroeder introdujo grandes cortes a los salarios, beneficios y servicios sociales hace 10 años.
Con ello, surgió el empleado pobre, cuyo salario no es suficiente para pagar por el costo de la vida.
¿PERO OLVIDAR?
Esto último también ayuda a explicar la impaciencia alemana con otros países europeos; notoriamente en este momento, Grecia. Muchos alemanes sienten que si ellos han tenido que sacrificarse para alcanzar sus metas políticas, por qué otros no lo hacen.
“Tuvimos que soportar el costo de la reunificación, que ejerció mucha presión sobre nuestra economía, y lo hicimos solos”, declara ante los micrófonos de la BBC Stefan Schneider, economista en jefe del Deutsche Bank.
“Yo creo que eso podría explicar por qué la paciencia de los alemanes es limitada cuando dicen que otros países están arrastrando sus pies con la reforma”.
Pero otros dirían que los alemanes tienen una memoria muy corta cuando se trata de perdonar deudas. El “milagro” alemán de la posguerra quizás nunca habría sucedido de no ser porque a Alemania le perdonaron la mitad de su deuda en 1953.
Uno de los que no lo olvidan es Yannis Varofakis, el ministro de Finanzas de Grecia, quien recientemente dijo: “Nadie entiende la posición griega tan bien como los alemanes”.
Está por verse cuán cierto es.