¿El nombre que les damos a nuestros hijos afecta sus oportunidades en la vida?

¿El nombre que les damos a nuestros hijos afecta sus oportunidades en la vida?

Cuando los padres pasan horas analizando detenidamente libros de nombres de bebés puede que también piensen en el impacto que la decisión que tomen tendrá en la vida de sus hijos. Pero ¿realmente los nombres hacen una diferencia? Una serie de publicaciones ponen esta idea bajo el microscopio.

Un nombre podría honrar al abuelo favorito, pero también puede ser tener un significado escondido.

Dalton Conley y su esposa, Natalie Jeremijenko, vivieron este placentero pero laborioso proceso cuando su niña nació dos meses antes de lo previsto. Y tomaron una decisión bastante original.

“Logramos reducir la selección a un grupo de nombres que empezaban por la letra E, pero al final no nos decidimos por ninguno”, cuenta Conley, quien vive en Nueva York. “Entonces se nos ocurrió una idea: ‘Démosle sólo una letra y cuando ella sea lo suficientemente mayor que decida a que se refiere la E”.

E nació. Ahora tiene 16 años y todavía no ha sentido la necesidad de extender su primer nombre. “Pienso que una vez te dan un nombre, te acostumbras a él, es parte de ti”, señala.

El hermano menor de E, Yo Xing Heyno Augustus Eisner Alexander Weiser Knuckles, sí aceptó la oferta de sus padres de cambiar su nombre. Él añadió Heyno y Knuckles cuando tenía 4 años y sus padres hicieron los cambios oficialmente.

“A mí me han calificado de abusador infantil en internet”, señaló Dalton Conley, autor de “Parentology: Everything You Wanted to Know about the Science of Raising Children but Were Too Exhausted to Ask” (“Parentología: Todo lo que quería saber sobre la ciencia de criar hijos pero estaba exhausto para preguntar”). “No creo que les haya impuesto una carga horrible. A ellos (mis hijos) les gusta el hecho de que tienen nombres únicos”.

Nombres y raza

Pero más allá de la anécdota, los nombres dicen mucho de las sociedades.

Un ejemplo interesante es la creciente facilidad con la que se puede saber si una persona en Estados Unidos es blanca o negra por el nombre que lleva.

Los investigadores Roland Fryer y Steven Levitt indican que en California hasta 2003 a alrededor de 40% de las niñas negras se les puso nombres que no tenía ni una sola niña blanca en ese estado.

Las implicaciones de esta clara señalización de la clase social y raza son sorprendentes.

En un estudio de 2003, llamado “Are Emily And Greg More Employable Than Lakisha and Jamal?” (“¿Son Emily y Greg mejores para conseguir un empleo que Lakisha and Jamal?”), Marianne Bertrand y Sendhil Mullainathan enviaron cerca de 5.000 currículos en respuesta a anuncios de trabajo publicados en periódicos de Chicago y Boston.

El contenido de las hojas de vida era el mismo, pero la mitad de ellos tenían nombres falsos que daban la impresión de que se trataba de candidatos blancos, como Emily Walsh o Greg Baker, mientras que la otra mitad tenía nombres afroestadounidenses como Lakisha Washington o Jamal Jones.

La tasa de las llamadas de los potenciales empleadores fue 50% más alta para los nombres “blancos” que para los nombres “negros”.

Los efectos del estudio incluso fueron notados por contratistas federales con políticas de “acción positiva” y compañías que se jactaban de tener directrices de empleo guiadas por la “igualdad de oportunidades”.

Los investigadores infirieron que los empleadores estaban usando los primeros nombres para discriminar injustamente a candidatos negros, quizás a un nivel inconsciente.

Esos mismos prejuicios podrían también entrar en juego al momento de efectuar las entrevistas, pero un candidato llamado Greg Baker, quien recibe la invitación a la entrevista, al menos tiene un pie en la puerta.

Puntuaciones

Algunos padres prefieren apelar a la tradición y a la religión para llamar a sus hijos.

También existe evidencia de ciertos nombres provocan determinadas reacciones en escolares.

David Figlio, quien ahora trabaja en la Universidad de Northwestern de Illinois, analizó las puntuaciones de 55.000 niños de una escuela del distrito de Florida.

En cambio de solo distinguir entre “blanco” y “negro”, el investigador codificó qué aspectos de los nombres apuntaban a que probablemente les pertenecía a niños negros y niños de familias de bajos recursos.

Esto le permitió crear una escala móvil que iba, por ejemplo, de Drew a Dwayne a Damarcus a Da’Quan.

Figlio halló que mientras más lejos avanzaba en su escala, las calificaciones de las pruebas escolares eran peores y menos probabilidades tenía el estudiante de ser recomendado para integrar los programas diseñados para estudiantes “dotados”.

Figlio cree que la explicación está en las expectativas de los maestros y administradores de los planteles. En las escuelas con más profesores negros, los efectos eran menos marcados.

En una investigación diferente, Figlio usó la información de la escuela de Florida para demostrar que los niños negros con nombres que son más comunes entre niñas son más propensos a desarrollar problemas de comportamientos cuando llegan a la pubertad.

Los problemas aumentan significativamente cuando hay niñas en la misma clase con el mismo nombre.

Si los nombres afectan las oportunidades de éxito de sus portadores, esto podría no siempre deberse a las reacciones que ellos causan en otras personas.

Iniciales

Los psicólogos hablan de “egoísmo implícito”, los sentimientos positivos que tenemos sobre nosotros mismos.

Las tendencias de cómo llamar a los hijos cambia a través de los años.

Brett Pelham menciona el concepto al explicar su hallazgo de que los individuos llamados Virginia, Mildrer, Jack y Phillip proliferan en Virginia, Milwaukee, Jacksonville y Filadelfia. Él asegura que esas personas son atraídas a vivir en sitios que se asemejan a sus nombres.

Otro estudio interesante data de 2007 y está titulado “Moniker Maladies” (“Mal de apodos”). Según dice, el cariño que la gente le tiene a las iniciales de sus nombres podría intervenir en el camino hacia el éxito.

Leif Nelson y Joseph Simmons analizaron las actuación de bateadores de béisbol en un periodo de casi un siglo y hallaron que aquellos con la inicial K tenían una tasa de ponchados o eliminados más alta.

“K” significa eliminado

Los investigadores también encontraron que los posgraduados con las iniciales C y D tenían un promedio de calificaciones ligeramente más bajo que los estudiantes con iniciales A y B y que los postulantes A y B a la escuela de Derecho tenían más probabilidades de ir a mejores instituciones académicas.

Claramente E Conley le tiene cariño a su inicial, que es su caso es su nombre.

“Es genial que la gente, especialmente mis amigos, nunca volverán a ver la letra E de la misma forma”, dice. E no pareciera pensar que su inusual nombre tenga una influencia profunda en su vida. “Es solo una experiencia interesante. No soy realmente diferente a una Elizabeth”.

Su padre reflexiona que sus hijos no han recibido burlas, como sí les sucede otros portadores de nombres inusuales, en parte quizás porque integran una escuela y un vecindario con mentalidad abierta. “No diría que los nombres no importan en lo absoluto”, comenta. “Pero cuánto importan, depende del contexto”.