Uno es un duelo caracterizado a menudo por la crueldad, la rudeza y la violencia. Y el boxeo es, en gran parte, lo mismo.
Ahora es más probable encontrarse al excampeón mundial de peso pesado, Lennox Lewis, inclinado sobre el tablero de ajedrez que en el ring de boxeo. Sin embargo, la sola idea de que los boxeadores puedan jugar al ajedrez, y viceversa, sorprende a muchas personas por incongruente.
El ajedrez, después de todo, es el deporte cerebral por excelencia -el boxeo es el más descaradamente brutal. Cuando sus adversarios en el ajedrez descubren que solía boxear, dice Lennox, están convencidos de que van a arrasar con él. «Y cuando les gano, se molestan mucho».
Él no es el único boxeador que juega al ajedrez. Lewis defendió con éxito su título contra el ucraniano Vitali Klitschko. Klitschko tiene un doctorado y ha entrado en la política ucraniana. Al igual que su hermano, Wladimir, otro campeón de boxeo, Klitschko es un entusiasta ajedrecista.
Lewis bromea diciendo que quiere un promotor para organizar una partida de ajedrez entre él y su viejo rival -aunque sea poco probable que cualquier encuentro de ajedrez replique la bolsa multimillonaria que pelearon en 2003.
«Chess boxing»
La rareza de combinar boxeo y ajedrez -cerebro y fuerza física- se ha utilizado para atraer a los espectadores a un nuevo deporte, el «chessboxing». Suena como algo sacado de «Alicia en el País de las Maravillas».
En el «chessboxing» los dos combatientes van alternando rondas de ajedrez y boxeo, la victoria se puede conseguir de varias maneras, pero más claramente por un jaque mate o un nocaut.
Después de tratar de golpearse y atacarse en la cara y el cuerpo, los opositores se quitan los guantes y continúan el duelo, sudando y jadeando, en las 64 casillas.
Mientras tanto, el comentarista cambia de forma surrealista de una actividad a la otra -«lo tiene contra las cuerdas con algunos jabs y un gancho de derecha», y ahora «Re1, un movimiento ingenioso que le permite centrar sus fuerzas rápidamente en el centro del tablero». Ya se han llevado a cabo concursos de «chessboxing» en Londres y Los Ángeles, Calcuta y Tokio.
Uno de los más perspicaces comentaristas de ajedrez, el gran maestro Jonathan Rowson, dice que el boxeo es el deporte que más se parece al ajedrez. «En parte es la pureza de la competición», asegura. «No hay prácticamente nada que mediar en el combate uno a uno. El boxeo tiene guantes, pero no hay pelotas, no hay reglas del juego, no hay clubes o raquetas».
Violencia
Luego está la brutalidad. En el boxeo es transparente. En el ajedrez está sublimada, pero no es menos real.
«El impulso emocional detrás de ajedrez y el dolor que inflige, es comparable -sólo que en forma diferente», dice Rowson. En el ajedrez, los jugadores derrotados no tienen nada de qué culparse más que la insuficiencia de su aparato mental -deficiencias cognitivas con las que tienen que vivir todos los días. Como tal, la derrota puede ser psicológicamente aplastante.
Y la victoria en el ajedrez, sobre todo pero no exclusivamente en el nivel de elite, requiere una extraordinaria fuerza de voluntad. El excampeón mundial estadounidense Bobby Fischer dijo una vez que disfrutó el momento en el que podía sentir cómo el ego de su oponente se desmoronaba.
El campeón mundial ruso Garry Kasparov, de forma contundente, describió al ajedrez como «el deporte más violento que existe», con el objetivo descarado de «destruir el ego del adversario». Es quizá una coincidencia que tanto el boxeo como el ajedrez sean actividades abrumadoramente masculinas y que el feroz lenguaje utilizado para describir al ajedrez sea igualmente apto para el boxeo. Los jugadores de ajedrez hablan de «aplastar» y «destruir» y «quebrar» a sus oponentes.
Lennox Lewis juega al ajedrez casi a diario. Le da el crédito al juego de haberlo mantenido lejos de los problemas durante su difícil infancia en el este de Londres. «Cuando alguien te llama de alguna manera quieres golpearlo… pero el ajedrez te enseña a pensar en la siguiente jugada».
También cree que le ayudó sobre el ring, incluso en combates claves como su famosa pelea contra Mike Tyson. Tyson, insiste, no era más que un peleador unidimensional, carente de un sentido estratégico sofisticado. Como en el ajedrez, Lewis tenía un plan. Contra Tyson, como en el tablero de ajedrez, Lewis apuntó a controlar el centro.
Las piezas de ajedrez parecen bastante frágiles en las enormes manos del exboxeador, cuya figura de 1,95 metros fue siempre una presencia intimidante para sus oponentes.
Cuestionado sobre el principal atractivo del juego, el indiscutible campeón mundial de peso pesado de otra época recurre a la metáfora del conflicto: «Me encanta la guerra mental».