El can, de raza collie, acudía diariamente al cementerio ubicado al oeste de la ciudad de Rosario, en Argentina, lugar en donde habían enterrado a su dueño. Realizó este acto durante más de nueve años, ante la sorpresa de los lugareños quienes los calificaron como un ejemplo de fidelidad extrema.
Su llegada era normal al cementerio de La Piedad, y todo estaban acostumbrados a sus aullidos sobre la tumba de su dueño.
Los veterinarios que revisaron su cuerpo señalaron que el can murió por una insuficiencia renal grave, aparentemente por la falta de cuidado que recibió durante el tiempo que iba al campo santo.
Los vecinos de la zona lo recordarán con cariño.