Los miembros de la UE están divididos por la aplicación de más represalias.
Estados Unidos, Alemania, Francia e Italia amenazaron ayer con nuevas sanciones a Moscú por su oscuro papel en la guerra de Ucrania. Tras hablar con la canciller alemana, Angela Merkel, Barack Obama afirmó ayer que Rusia es “sin duda alguna” la “responsable” de la escalada de la violencia en el este del país. El presidente estadounidense descartó una respuesta militar contra Moscú, pero dio por seguro la imposición de nuevas sanciones.
“Daremos pasos adicionales sobre todo porque no hemos visto una acción significativa de Rusia para resolver esta situación”, declaró desde la Casa Blanca. El mandatario no reveló qué tipo de medidas punitivas se podrían tomar, aunque sostuvo que hay maneras de “profundizar o expandir el alcance” de las actuales sanciones que, aseguró, están teniendo un impacto importante en una Rusia cada vez más “aislada” por sus acciones en Ucrania.
Desde Europa, el presidente francés, François Hollande, y la canciller alemana, Angela Merkel, aseguraron que la UE debatirá en su cumbre del sábado si amplía las sanciones comerciales a Moscú. El primer ministro italiano, Matteo Renzi, advirtió por teléfono al presidente ruso, Vladímir Putin, de que, de confirmarse la presencia de tropas rusas en Ucrania, las “consecuencias serían gravísimas”.
Sin embargo, el veto que Rusia ya ha impuesto a alimentos europeos comienza a resquebrajar la unanimidad de la UE en torno a este sistema de represalias. Viktor Orban, el primer ministro de Hungría, lidera el frente crítico, y esta semana anunció que buscaba países que le ayuden a evitar que “la UE se aleje cada día más de Rusia”.
Orban sostiene que Bruselas se ha “disparado en el pie” con las sanciones. El pragmático primer ministro eslovaco, Robert Fico, también definió las sanciones como un gesto “inútil” con consecuencias terribles para las cuentas de su país. “¿Por qué poner en peligro la economía de la UE cuando empieza a crecer de nuevo?”, se preguntó mientras pedía estudiar otros métodos para reconducir la crisis. Voces de preocupación similares comienzan a oírse también en República Checa, que pide comedimiento.
La UE siempre se ha mostrado dividida respecto a las sanciones. Mientras Francia, Polonia, Reino Unido o los países bálticos las apoyan desde el principio, Grecia, Austria o Bulgaria siempre han sido reluctantes. El bloqueo del Kremlin pesa sobre todos los alimentos perecederos de la UE, EE UU, Canadá, Australia y Noruega. La Comisión calcula que en 2013 vendió a Rusia 5.252 millones de euros de estos productos. Según Bruselas, España sería el sexto país más afectado (337 millones), por detrás de Lituania (927), Polonia (841), Alemania (595), Países Bajos (528) y Dinamarca (377).
En un contexto en el que incluso el crecimiento alemán se frena (el último trimestre su economía cayó el 0,2%), la crisis de las aduanas rusas preocupa mucho a los Veintiocho, sobre todo a las economías más frágiles. Excluyendo a la UE, Rusia es el mayor cliente de Grecia; por eso, en el país heleno el descontento con la medida tiene gran eco. Esta semana la propia Iglesia ortodoxa griega mandó una carta al patriarca de Moscú pidiéndole que intercediera con el Kremlin para frenar la guerra comercial.
Peter Krekó, director del Political Capital Institute, centro de estudios políticos radicado en Budapest, considera que posiciones como las de Hungría no se explican sólo por el dinero: “Las declaraciones de Orban están dentro de su reciente línea de acercamiento a Vladímir Putin. Por supuesto que el veto comercial es un problema, pero el argumento económico no es el decisivo: es una cuestión política. Francia, Italia o Alemania sufren más pérdidas por las sanciones rusas que Hungría”. Analistas citados por el Wall Street Journal cuantifican en el 0,1 % la caída del PIB que puede suponer para Hungría el bloqueo.
Algunos de los países partidarios de la severidad con Rusia son precisamente los más afectados por la guerra comercial. Es el caso de Polonia, que como primera exportadora mundial de manzanas, vendía el 50% de sus frutos a Moscú, y que ahora anima a sus ciudadanos a cambiar el vodka y la cerveza por la sidra. Aun así, prefiere continuar con las sanciones. Es la línea que defiende Linas Linkevicius, el ministro de Exteriores de Lituania (otro de los grandes afectados económicos): “Mejor dispararse en los pies a dejar que te den un tiro en la cabeza”.