«¡Me quiero morir, no quiero ver esto!», decía tras ser rescatado José Francisco Garzón, el conductor del tren que descarriló el miércoles en el noroeste de España causando 79 muertos y más de un centenar de heridos.
Evaristo Iglesias, un vecino del barrio de Angrois, en Santiago de Compostela (noroeste) y donde ocurrió el accidente, ayudó a socorrer al maquinista del tren justo después del accidente ocurrido y recuerda en declaraciones a EFE que esas fueron las palabras de Garzón.
El conductor confesó anoche ante el juez que se encarga del caso, Luis Aláez, que se despistó hasta tal punto que no sabía dónde estaba y, por ende, que debía frenar, según informaron a EFE fuentes de la investigación.
Mientras, los técnicos practicaron hoy nuevas pruebas con la confianza de que, a finales de semana, se conocerán las circunstancias concretas del siniestro.
Garzón a quien se le imputan 79 delitos de homicidio y una pluralidad de delitos de lesiones, todos ellos cometidos por imprudencia profesional, confesó que creyó que no estaba en el punto del recorrido donde descarriló y que cuando quiso frenar, «llegó a hacerlo», pero ya era demasiado tarde.
Las fuentes consultadas precisaron a EFE, sin embargo, que a lo largo del día del lunes los técnicos de la policía judicial han continuado realizando pruebas, de acuerdo con las diligencias emitidas por el juzgado, con la previsión de que a finales de esta semana se sepa con más precisión qué pasó.
La noche del miércoles, Evaristo Iglesias estaba en su casa, a apenas veinte metros de la vía del tren dónde sucedió el accidente. Inmediatamente, se acercó a las vías, y fue quien socorrió al maquinista.
«Yo lo acompañé unos treinta o cuarenta metros», dijo a EFE, y explicó que el maquinista «iba con la cara ensangrentada y solo repetía que se quería morir, que no quería ver aquello, y que hubiese sido mejor que le pasara a él».
Evaristo también recordó que Garzón reconoció «que venía con un poco de exceso de velocidad» y «que tenía que haber reducido».
«La policía vino a por mí para declarar en la comisaría», indicó, por lo que se encuentra a la espera de que el juez lo cite.
Su recuerdo más recurrente -confiesa- es la gente, «gente muerta, gente herida, gente de todas las maneras».
Su esposa, Pilar Monteiro, también se encontraba en la casa, justamente trabajando en la huerta desde donde podía ver el tren llegar.
«Dije yo -agregó-, esto viene disparado, porque fue una cosa que lo ves, y fue un visto y no visto».
Pilar contrasta la rapidez del convoy accidentado con los que está acostumbrada a ver pasar todos los días, en los que, ha detallado, hasta le da tiempo de contar los vagones.
«Yo lo vi y dije: ¡Dios mío!. Todo cables, chispas y humo. Sonaba como un avión que iba despegar», declaró a EFE.
La vecina relató que inmediatamente fue por el pueblo avisando a los vecinos, que pensaban que el ruido procedía de una bomba. «Tuve que decirles que no, que el tren había descarrilado», agrega.
Pilar cuenta, que junto con sus vecinos, fue al lugar del desastre: «Al llegar, ya vimos gente muerta, gente pidiendo auxilio».