El ciprinodóntido atlántico, un pez de estuario de pocos centímetros de longitud, ha logrado adaptarse a las aguas del puerto de New Bedford, en Massachusetts, que durante décadas han sido contaminadas por metales pesados y otras sustancias tóxicas, informa la revista especializada ‘BMC Evolutionary Biology’.
Los investigadores de la Institución Oceanográfica Woods Hole (WHOI) descubrieron que esta adaptación se hizo posible gracias a ciertos cambios genéticos relacionados con a la proteína llamada ‘AhR2′, que en circunstancias normales es responsable del funcionamiento celular.
“Normalmente, cuando los peces están expuestos a sustancias químicas peligrosas, su cuerpo intensifica la producción de enzimas que descomponen los contaminantes, un proceso controlado por la proteína AhR2″, según la publicación. Pero no todas las sustancias pueden descomponerse de esta manera, y su estímulo continuo de la AhR2 interrumpe las funciones celulares, lo que lleva a la toxicidad”, según la publicación.
Los peces del puerto de New Bedford, sin embargo, han evolucionado, logrando que el sistema de la AhR2 se haya vuelto resistente a este efecto, lo que hace que la zona sea menos tóxica para ellos. Gracias a ello, a diferencia de otros peces, el ciprinodóntido no necesita salir del puerto durante los meses de verano para alimentarse, y vive en sus aguas durante todo el año, pasando los inviernos escondidos en el sedimento contaminado.
“Es un ejemplo de cómo algunas poblaciones son capaces de adaptarse a los cambios de su entorno”, dice Mark Hahn, uno de los coautores de la investigación.