Averigua por qué debes dejar de gritar a tus hijos desde YA
Muchos padres gritan a sus hijos. Algunos lo hacen por automatismo, simplemente porque ellos mismos fueron educados así. Otros lo hacen porque pierden los estribos y caen en la frustración. Otros piensan que así es más fácil imponer su autoridad y lograr que el niño obedezca.
Una encuesta publicada en Journal of Marriage and Family reveló que casi el 90% de los padres reconoció haberle gritado a sus hijos en los últimos doce meses. La situación es aún peor cuando se trata de niños menores de siete años, en cuyo caso, el 100% de los padres reconoció haberles gritado. Y es que nuestra generación ha sido educada con la idea de que los castigos físicos son negativos, pero nada o muy poco se ha dicho sobre los gritos.
Los gritos como método “educativo” son tan dañinos como el castigo físico
Hace poco salió a la luz un estudio publicado en la revista Child Development en el cual investigadores de la Universidad de Pittsburgh afirmaban que gritarles a los niños con frecuencia tiene consecuencias tan negativas como el castigo corporal y puede causar problemas emocionales y de comportamiento.
Estos investigadores creen que intentar disciplinar a través de los gritos es particularmente destructivo, tanto para los niños como para los adolescentes. De hecho, descubrieron que los gritos, en vez de disciplinar, empeoran los problemas de conducta y hacen que los niños se comporten de manera más destructiva. Además, descubrieron que un estilo educativo más tranquilo, marcado por el cariño y el apoyo emocional, no disminuye los efectos de la disciplina verbal.
Por supuesto, no se trata del primer estudio que explora los efectos de los gritos en el desarrollo infantil. Hace algunos años una investigación publicada en Journal of Marriage and Family analizó a diferentes familias durante un año y descubrió que los niños a los que les gritaban 25 o más veces a lo largo de ese periodo, tenían una autoestima más baja, una tendencia a la depresión y un incremento de los comportamientos agresivos hacia los demás.
Por supuesto, vale aclarar que en estas familias “gritar” no significaba simplemente levantar la voz en un momento puntual sino que se había asumido como un estilo educativo, convirtiéndose en una escalada de insultos y humillación. Por tanto, en estos casos los gritos equivalen a una “agresión psicológica” en toda regla.
Por otra parte, no debemos olvidar que los gritos causan una reacción fisiológica. Cuando el niño se enfrenta a los gritos aumentan sus niveles de cortisol, la hormona del estrés, la cual es particularmente negativa para los cerebros en pleno desarrollo.
Gritar no transmite un buen ejemplo
Independientemente de los efectos negativos que los gritos tienen en el desarrollo del niño, los padres no deben olvidar que se trata de un mal ejemplo, sobre todo si queremos educar a nuestros hijos en la tolerancia y el autocontrol. No podemos pedirle a un niño que se comporte bien, que sepa lidiar con la frustración y que controle sus emociones si nosotros mismos no sabemos hacerlo.
De hecho, muchos padres, cuando perciben reacciones negativas e inesperadas en sus hijos, sienten que la situación les sobrepasa, no saben cómo reaccionar y le abren las puertas al enfado y la frustración. Se trata de un patrón que en Psicología se denomina “inundación emocional”, la cual desencadena una espiral ascendente de gritos y reacciones emocionales fuera de control.
En muchos casos esto ocurre porque los padres tienen expectativas irreales sobre los niños y esperan que estos se comporten como si fueran más maduros. En otros casos se debe a que no cuentan con las estrategias emocionales necesarias para hacerle frente a esa situación. Tanto en un caso como en el otro, debe quedar claro que gritarles a los niños no es una opción.
Fuente : etapainfantil.com