Ubicado en las Tierras Altas de Escocia, en el Reino Unido, el lago Ness tiene una superficie de 56,4 kilómetros cuadrados y alcanza una profundidad de 225 metros. Rodeado por montañas, sus aguas son dulces, oscuras, frías, con cuevas subterráneas que llegan al mar. Por generaciones se ha dicho que allí merodea una bestia extraña y escurridiza, capaz de generar temor, fascinación y desencanto”.
En efecto, los hallazgos anunciados en 1963 se referían a “fotografías y recortes de películas donde se aprecia que por alguna razón los peces, en especial los salmones, son espantados por un ser no identificado de inmensas proporciones”.
El testimonio de John Luff describía que “grabé un objeto que causaba disturbios en las aguas del lago. Nunca había visto nada semejante”. Peter Scott, jefe de la expedición, precisaba que “es algo que avanza con rapidez contra las corrientes. Testigos aseguran que tiene casi cuatro metros de largo, una piel parecida a la de un elefante… y que sobresale a la superficie”.
Se leía, asimismo, que a partir de la década de 1930 se dieron a conocer imágenes del “monstruo”, conocido popularmente como “Nessie”. Incluso, ha habido montajes y figuras trucadas. A la fecha se han acumulado innumerables experiencias de avistamientos, tales como “una colosal serpiente marina, un plesiosaurio o un enorme reptil jorobado”.
Con el fin de rastrear las inmediaciones del lugar, en 1987 el científico Adrian Shine lideró la expedición “Deepscan”: Una exploración que costó más de un millón y medio de dólares. Para este proyecto, que en total duró una semana, una flotilla de 24 barcos equipados con sonares de alta tecnología rastreó durante dos días el lago.
Si bien no obtuvo resultados concluyentes, “los escáneres arrojaron marcas de vastas dimensiones en el sedimento lacustre. Podría ser hasta un gran esturión del Atlántico”, declaró Shine.
Otras versiones aseguran que ahí vive “una anguila afectada por un gen de gigantismo”. En 2001, expertos suecos instalaron un moderno radar, sin noticias alentadoras.
Descartadas las evidencias científicas sobre el tema, miles de personas visitan el lago Ness cada año, mientras cámaras dispuestas en puntos estratégicos aún esperan que “algo” aparezca.