En aquel momento ella no lo sabía, pero a sus 40 años acababa de sufrir un infarto cerebral. Su cerebro acababa de quedar dañado de una forma muy particular y que se da raras veces: había perdido la capacidad de reconocer las palabras, pero seguía siendo capaz de escribir y de entender el lenguaje hablado.
Esta condición neurológica se conoce como «ceguera a las palabras» y se produce cuando la zona del lenguaje queda de alguna manera «desconectada» de la corteza visual del cerebro. El caso de M.P. ha sido publicado por un equipo del centro médico de la Universidad de Loyola en la revista Neurology y recoge algunas características típicas de este tipo de casos. A pesar de no reconocer las palabras ni las letras, cuando pasa el dedo por encima de una letra puede reconstruir mentalmente de qué letra se trata y forzarse a leer, aunque muy lentamente.
Por otro lado, aunque no reconoce los símbolos, su cerebro sigue percibiendo el valor emocional de algunas palabras. En el estudio los científicos ponen un par de ejemplos muy gráficos: cuando le enseñan la palabra «postre» asegura que le gusta, pero cuando le ponen la palabra «espárrago» encuentra algo molesto en ella. En otras ocasiones, si recoge una carta del buzón, es capaz de distinguir cuál es para ella y cuál es para su madre, aunque teóricamente no puede leer lo que pone en ellas.
Pero, ¿cómo es posible que pueda escribir y no leer si parecen capacidades asociadas necesariamente? En primer lugar porque no lo son, funciona de manera diferente, y en segundo lugar porque su problema está en el área visual: ha dejado de ver las palabras porque la conexión con su corteza visual está interrumpida. Sin embargo, puede “ver” las letras cuando traza su forma con los dedos, porque entonces activa la parte motora de su cerebro.
Un caso especialmente llamativo de alexia es el del escritor canadiense Howard Engel, quien en el año 2001 sufrió un ictus mientras leía el periódico y le pareció que estaba ante un diario extranjero. Siendo escritor, Engel pensó que su forma de ganarse la vida había terminado para siempre, pero para propia sorpresa, no tardó en descubrir que – como la profesora M.P. – había perdido su facultad para leer pero no la de escribir. Si describía con la mano el trazado de una letra sobre un papel, por ejemplo, era capaz de entender su significado y recuperar el sentido de lo escrito. Después de aquel episodio, Engel ha sido capaz de escribir un par de libros, y ha desarrollado una ingeniosa estrategia para leer: dibuja las letras con su lengua en el paladar, de manera que su cerebro las capta por la parte motora.
El primer caso de Alexia fue descrito hace un siglo por el neurólogo francés Joseph Jules Dejerine, que siguió durante años el caso de un paciente suyo, un hombre de negocios, que había dejado de reconocer las letras tras un ictus, pero en lo demás seguí a haciendo vida normal. Tenía dañada la misma zona que la profesora M.P., la corteza occipital izquierda y el cuerpo calloso. Y como aquel primer paciente, la maestra ha rehecho su vida, a pesar de haber tenido que dejar de dar clase a los pequeños.