En los primeros meses de a revuelta popular en Siria contra Bachar El Asad se oían ocasionalmente explosiones al otro lado de la frontera con Israel, prueba de la fiereza ocasional de un combate cuyos peores momentos aún estaban por llegar. Hoy, esas explosiones se oyen varias veces a diario, acompañadas de reiteradas ráfagas de fusil no muy lejanas. Desde el antiguo puesto militar del monte Bental, a sólo tres kilómetros de zona siria, se observa con claridad diáfana el valle de Quneitra, donde queda en evidencia el derrumbe del Estado sirio y el gran rearme de Israel ante el temor de que la caída de El Asad engulla a los Altos del Golán, en su poder desde 1967.
Israel se ha reforzado con vigor en esta zona norte, especialmente tras los ataques contra objetivos militares de Damasco el 3 y el 5 de mayo. Varias unidades de cuerpos de élite y reconocimiento han sido trasladadas a la frontera. Dos baterías del escudo antimisiles han sido desplegadas cerca. La semana pasada las Fuerzas de Defensa de Israel organizaron un simulacro de emergencia para el que convocaron a al menos 10.000 reservistas. Los ataques, dirigidos contra remesas de misiles terrestres enviados por Irán a Líbano, han incrementado la tensión en esta zona hasta niveles no vistos desde la última guerra de Israel contra Siria, en 1973.
No se le puede olvidar a El Asad que aunque en 1967 él estaba arriba y nosotros abajo, ahora somos nosotros los que controlamos la cima del Golán y él está abajo”
Yehuda Harel, exlegislador y fundador del kibbutz
Recientemente, el conflicto interno se ha intensificado notablemente en el sur de Siria. El Ejército de El Asad ha perdido terreno notablemente en las zonas fronterizas frente a Israel. Hoy, el valle que se contempla desde el monte Bental está fragmentado, con el régimen aguantando en zonas septentrionales y los rebeldes fortalecidos en el resto. Algunas milicias opositoras operan libres y, con ideario yihadista, están incluso más comprometidos con la destrucción de Israel que el propio régimen.
Viven en el Golán ocupado al menos 18.000 colonos judíos, primera línea de fuego si el conflicto sirio acaba engullendo a Israel. Uno de los primeros asentamientos fue el kibbutz Merom Golan, fundado en 1967 en la falda del monte Bental. Sus habitantes fueron evacuados durante dos semanas en la guerra de 1973. Viven ahora con el mar de fondo constate de proyectiles de mortero que caen perdidos en Israel. Escuchan las sirenas y los estruendos de una guerra que de momento no es suya. Aseguran que desde lo alto del monte se pudo ver el 5 de junio el resplandor lejano del ataque de Israel contra Damasco, tal fue su intensidad.
“Esta ha sido una zona tranquila durante los pasados 40 años. Hoy cuando suenan las alarmas ni siquiera acudimos a los búnkeres”, explica el exlegislador Yehuda Harel, de 78 años, fundador del kibbutz. “Al fin y al cabo, si los sirios quieren responder a los ataques, ¿por qué a un objetivo tan pequeño? ¿Por qué no atacar Tel Aviv? Otra cosa que no se le puede olvidar a El Asad es que, es cierto, en 1967 él estaba arriba y nosotros abajo. Pero ahora somos nosotros los que controlamos la cima del Golán y él está abajo”.
Algunos altos mandos del Ejército israelí han dado indicaciones veladas de que los ataques de la semana pasada fueron sólo una advertencia a Hezbolá -destruyeron dos remesas de misiles enviados por Irán a esa milicia libanesa a través de Siria- y no una forma de abrir un nuevo frente de guerra con El Asad. “¿Qué interés puede tener Israel en ser arrastrado a luchar con Siria?”, se pregunta Michael Herzog, general de brigada israelí retirado. “Israel no tiene interés en esa guerra civil”.