Hasta el final, el acusado José Efraín Ríos Montt se declaró inocente. Sin embargo, una juez guatemalteca decidió lo contrario y el antiguo hombre fuerte de Guatemala se convirtió en el primer exmandatario del mundo en ser declarado culpable de genocidio por un tribunal nacional.
Sólo un día antes, frente a un puñado de indígenas Ixil que asistían a la audiencia en el tribunal de Ciudad de Guatemala (algunos con audífonos para escuchar la traducción a su idioma) y en la única vez que habló durante los tres meses del juicio, Ríos Montt había dicho «soy y me declaro inocente» con una voz que no revelaba sus 86 años.
«Nunca autoricé, nunca firmé, nunca ordené que se atentara contra una raza, etnia o grupo religioso», agregó.
Por supuesto eso no era lo que deseaban escuchar los familiares -entre ellos uno de los abogados acusadores- de los más de 1.700 indígenas mayas masacrados por el ejército guatemalteco entre agosto de 1982 y marzo de 1983.
Lo que ansiaban oir vino este viernes de boca de la juez Jazmín Barrios, quien declaró a Ríos Montt culpable de genocidio y crímenes contra la humanidad y lo condenó a 80 años de prisión, 50 de ellos por el genocidio de los ixtiles.
Esa condena al hombre que manejó con puño de hierro a su país entre 1982 y 1983 muestra cómo han cambiado las cosas en Guatemala y América Latina en las últimas tres décadas.