La medusa inmortal (‘Turritopsis nutricola’). Esta medusa, de apenas medio centímetro de longitud, sabe hacer algo de lo que muchos querrían ser capaces: volver a vivir la vida desde el principio. Es la única forma de vida conocida que, al madurar, puede revertir su desarrollo y volver al estado de inmadurez. Teóricamente puede repetir este proceso un número infinito de veces, una característica que la convierte biológicamente en inmortal. Sin embargo, en estado de pólipo (es decir, durante su ‘niñez’) esta medusa muy vulnerable ante los depredadores y las enfermedades.
El gusano del Diablo (‘Halicephalobus mephisto’) puede sobrevivir a altas presiones y temperaturas, así como a la falta de oxígeno. Descubierto en 2011, este bicho habita en profundidades terrestres de hasta 3,6 kilómetros, alimentándose de bacterias simples y agua de miles de años de antigüedad. Durante los últimos 6.000 años estas criaturas no han estado en contacto con la atmósfera terrestre.
Araña saltadora del Himalaya (‘Euophrys omnisuperstes’). Su capacidad de sobrevivir a bajas presiones y temperaturas son las mejores bazas de esta pequeña araña que vive a altitudes de hasta 6.700 metros en el Everest. No en vano su nombre en latín significa ‘que está por encima de todo’.
El escarabajo rojo descortezador (‘Cucujus clavipes puniceus’) se encuentra en su propia salsa a temperaturas de 150 grados bajo cero. Habita en el norte de Alaska y del Canadá y sobrevive a las gélidas temperaturas gracias a elementos de su cuerpo que no permiten que su sangre se cristalice.
El gusano de Pompeya (‘Alvinella pompejana’) puede resistir temperaturas de hasta 80 grados y cambios bruscos del ambiente. El animalito que habita las fuentes hidrotermales del Pacífico a grandes profundidades.
El oso de agua (‘Tardigrada’) es un bicho pequeño pero matón: con tan solo 1 milímetro de longitud puede vivir en casi cualquier condición: en el vacío del espacio, a altas presiones de hasta unas 6.000 atmósferas (una presión 6.000 veces superior a la de la superficie terrestre), a la deshidratación prolongada (puede pasar hasta 10 años sin agua) o a la radiación ionizante.