Cerca de la visita de la parca, el matemático Abraham de Moivre se dio cuenta de que cada día dormía 20 minutos más que el anterior y conjeturó que se moriría el día en el que durmiera las 24 horas.
Sus cálculos le remitieron al 27 de noviembre de 1754 y sí, efectivamente se murió ese día, tras 73 jornadas postrado en cama. ¿La causa de la muerte? Somnolencia.
Pero no ha pasado a la historia precisamente por esto, sino por su la fórmula que lleva su nombre, que le sirvió para ser miembro de la Royal Society y que Isaac Newton le tuviera como su matemático de cabecera. También se le considera el fundador de la trigonometría analítica.
¿Es posible predecir la muerte de una persona? Esta pregunta ha preocupado a la humanidad desde tiempos remotos. Antiguamente, eran los brujos los que ofrecían este tipo de pronósticos, pero ahora son los científicos quienes han tomado su lugar en la incesante lucha por aclarar el enigma de la muerte.
Recientemente, los fisiólogos de la Universidad de Uppsala de Suecia encontraron en la sangre humana un compuesto orgánico que podría servir de “indicador” de una muerte próxima. Se trata de la proteína Catepsina S (Cathepsin S), cuyos niveles altos detectados en personas mayores de 70 años permiten saber si esta morirá en los siguientes doce años.