En un esperado discurso, Obama justificó este viernes las labores de espionaje para proteger la seguridad nacional, reconoció las quejas que existen sobre la privacidad, criticó las motivaciones de Snowden y explicó las medidas que tomará para evitar que haya más abusos.
Esas medidas incluyen que el gobierno no guardará los metadatos telefónicos de los estadounidenses para evitar abusos, extenderá las protecciones a los extranjeros para limitar el uso de la información personal y no espiará a los aliados.
«Tenemos que tomar decisiones importantes sobre cómo protegernos y mantener nuestro liderazgo en el mundo, al mismo tiempo que defendemos las libertades civiles y las protecciones a la privacidad que requieren nuestros ideales y la Constitución», argumentó el mandatario.
Pero con su discurso, que realizó en el Departamento de Justicia, en Washington, el presidente también logró un efecto que quizá no esperaba: sus respuestas, que pretendían calmar las aguas tras meses de incertidumbre, sirvieron más bien para generar aún más preguntas.
Obama trataba de ponerle coto a la polémica que surgió en junio del año pasado, cuando Snowden comenzó a filtrar una serie de documentos que revelaron la magnitud de las operaciones de espionaje de EE.UU. y en especial de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés). Estas operaciones incluían no sólo vigilar las comunicaciones de ciudadanos alrededor del mundo sino de jefes de Estado en países como Brasil, México y Alemania.
Seguridad nacional
Pero, como ilustró el editor de la BBC para Norteamérica, Mark Mardell, «el presidente no le puso una tapa a este debate, sino más bien le dio al tarro una sacudida vigorosa».
Esa sacudida se debe a que sus propuestas más importantes fueron apenas dilucidadas.
Al declarar, por ejemplo, que habrá un nuevo enfoque en la recolección de metadatos sin que el gobierno los guarde, dejó abierta la pregunta de cómo será exactamente ese proceso. Él mismo dijo que «todavía se necesita más trabajo para determinar exactamente cómo puede funcionar ese sistema».
Eso sin contar que su decisión fue rechazada por la Unión de Libertades Civiles de Estados Unidos (ACLU, por sus siglas en inglés), que esperaba que esa recolección terminara por completo.
Algo similar ocurrió con su propuesta de extender las protecciones a la información personal de los ciudadanos extranjeros, pues anunció que dio la orden de desarrollar las medidas pero no ahondó en ellas.
En otros casos, las preguntas surgieron por la sensación de que los cambios vienen acompañados por un inciso, una advertencia de que pueden revertirse si la seguridad nacional así lo amerita.
«Le he dejado claro a la comunidad de inteligencia que -a menos que haya un propósito imperioso de seguridad nacional- no monitorearemos las comunicaciones de los jefes de Estado y de gobierno de nuestros amigos cercanos y aliados», dijo Obama.
Una pregunta que surgió es a quién califica como un aliado cercano. Y otra es sobre lo que supone ese propósito imperioso de seguridad.
Munición para las críticas
Las declaraciones del mandatario les dieron munición a algunos importantes críticos del gobierno, que poco después emitieron sus opiniones.
El senador republicano Rand Paul, por ejemplo, dijo que «la solución anunciada del presidente Obama sobre la controversia de espionaje del NSA es el mismo programa inconstitucional con una nueva configuración».
Otro senador republicano, el excandidato presidencial John McCain, indicó escuetamente que el discurso dejó muchas preguntas sin responder y detalló, más bien, la labor que tiene el Congreso de supervisión constitucional.
Algunas de las propuestas del presidente -como la creación de un panel independiente que supervise una corte de inteligencia secreta- deberán contar con la aprobación del Capitolio, donde hay opiniones divididas en cuanto al impacto que pudieran tener sobre la seguridad nacional.
Así como recibió críticas de estos congresistas republicanos, las palabras de Obama también contaron con el visto bueno de otros miembros del Congreso, como la senadora demócrata Diane Feinstein, quien lidera el comité de inteligencia del Senado, y el representante republicano Mike Rogers, quien hace lo propio en la Cámara.
Final y comienzo
El hecho que Obama no haya ofrecido muchos detalles concretos sobre sus reformas y haya incluido advertencias en algunas de ellas puede deberse a que ha estado bajo mucha presión para responder a las demandas de una amplia variedad de interesados.
En las últimas semanas ha habido un constante grupo de invitados a la Casa Blanca, y el gobierno ha tratado de incluir los intereses tan disímiles de la comunidad de inteligencia, los defensores de las libertades civiles, los gobiernos internacionales y las compañías de telecomunicaciones.
Esto, por supuesto, conlleva el riesgo de que, sin importar las medidas que tome, alguno de esos interesados no quedará satisfecho.
«No hay un balance perfecto y ese es el desafío», le dice a BBC Mundo Greg Treverton, director del Centro para Riesgos Globales y Seguridad de la Corporación Rand, un centro de estudios estadounidense.
Para responder a esa diversidad de opiniones, una de las decisiones concretas que tomó el presidente fue presentar una directiva que establece los nuevos principios que regirán la recolección de inteligencia.
El documento de nueve páginas «asegurará que tomemos en cuenta nuestros requisitos de seguridad, pero también nuestras alianzas, nuestras relaciones de comercio e inversión -incluyendo las preocupaciones de las compañías estadounidenses- y nuestro compromiso con la privacidad y las libertades básicas», dijo el presidente.
Este documento base sirve para entender, además, que el discurso de Obama estaba planteado como el final de un proceso de revisión y análisis, pero también como los primeros pasos de esas reformas que él considera importantes.
El presidente mismo reconoció en su discurso que los cambios propuestos no ocurrirán de la noche a la mañana y que ésta no es la última vez que se debatirá el tema. Más bien, Obama dejó en claro que se trata de una «dirección para el cambio».
En ese sentido, como concluyó Greg Treverton en diálogo con BBC Mundo, «yo quiero pensar que esto es el comienzo y no la etapa final de un proceso que genere algún tipo de consenso nacional sobre estos temas sensibles».