Un equipo de astrónomos ha mostrado por primera vez pruebas concluyentes de agua y de una superficie rocosa en un objeto extrasolar, dos elementos que suelen considerarse esenciales para la vida.
La mala noticia para quienes esperan con impaciencia el hallazgo del primer exoplaneta gemelo de la Tierra es que aquel mundo, si lo fue, ya no existe. Hace 200 millones de años, cuando la Tierra entraba en el reinado jurásico de los dinosaurios, la estrella GD 61 moría al transformarse en una enana blanca, arrastrando a una parte de su corte planetaria que quedaba destrozada por el enorme tirón gravitatorio.
Se ha registrado ya casi un millar de planetas orbitando otras estrellas, la gran mayoría en nuestra propia galaxia. Y sin embargo, es un camino que apenas hemos comenzado a recorrer: De acuerdo a las estimaciones de los expertos, la cifra de planetas en la Vía Láctea se mueve en el rango de los cientos de miles de millones. Entre los exoplanetas confirmados hasta ahora predominan los gigantes gaseosos similares a Júpiter y con temperaturas abrasadoras.
No obstante, el catálogo de estos mundos incluye también un número de planetas que probablemente tienen un suelo firme que pisar. Se ha detectado la presencia de agua en la atmósfera de algunos exoplanetas gaseosos, pero ambos ingredientes, roca y agua, aún no se habían demostrado en un mismo objeto.
Los investigadores estudiaron el espectro de emisión ultravioleta de la estrella GD 61. Dado que la atmósfera terrestre bloquea la mayor parte de este tipo de luz, emplearon el telescopio espacial Hubble.
Los espectros revelaron la presencia de magnesio, aluminio, silicio, calcio y hierro, componentes habituales de las rocas. Pero además, había una cantidad de oxígeno que excedía en mucho lo que podía atribuirse a un origen mineral.