Las sustancias generan un aroma específico cuando sus moléculas aterrizan en las llamadas «neuronas olfativas» de nuestras narices. (Y pensar en ese aterrizaje es, en algunos casos, bastante asqueroso).
Pero la naturaleza exacta de esa interacción es motivo de controversia entre científicos.
Hasta hace poco, se creía que las moléculas físicamente se encajaban en las paredes de las neuronas olfativas, como si fuera una llave que se inserta en una cerradura. Esto implicaba, a su vez, que la forma molecular era la que determinaba el olor específico.
Pero esto no permitía explicar por qué algunas moléculas con formas similares pueden oler completamente diferente, mientras que otras con formas distintas generan olores parecidos.
Estos dilemas llevaron al científico Luca Turin, del Centro de Investigación Biomédica Alexander Fleming de Atenas, en Grecia, a sugerir que el elemento crítico para el olor es la vibración molecular.
Este académico, exprofesor de University College London (UCL), publicó recientemente un cuerpo de evidencia de que la forma molecular no lo es todo: lo hizo comparando dos moléculas de formas idénticas pero diferentes propiedades vibratorias, de las que efectivamente obtuvo olores distintos.