Una investigación reciente que realizó la Universidad de Alberta en Canadá, indicó que un copa de vino es equivalente a una hora de ejercicios en el gimnasio.
Esto sucede, porque el resveratrol que contiene el vino tinto ayuda aumentar la eficiencia, la función cardíaca y además de fortalecer los músculos. Por lo tanto, actúa sobre el cuerpo de la misma manera que el ejercicio.
Jason Dyke, director de la investigación, señaló que este estudio permitirá a las personas que no están familiarizados con el gimnasio, mantenerse en forma. De acuerdo, a la frecuencia cardíaca, el revesratrol fortalece el corazón y vuelve los músculos más fuerte y resistentes. Por lo tanto, ayuda a nivelar el azúcar en la sangre y además de tener un efecto antiedad.
Por otro lado, existen diferentes estudios que han manifestado todas las ventajas que tiene el consumo moderado de esta bebida, que está cargada de antioxidantes.
Beber una copa de vino al día beneficia a nuestro organismo. Tinto o blanco, el vino reduce el riesgo de un ataque cardiaco, facilita la digestión, previene el colesterol malo y eleva los niveles sanguíneos del colesterol bueno, Asimismo, disminuye en un 30% la arterioesclerosis, o endurecimiento de las arterias.
Cada vez, más estudios señalan las ventajas que puede aportarnos un consumo moderado de vino. El más reciente, realizado por la Sociedad Europea de Cardiología, lo vincula con la actividad física.
Vino y ejercicio
Según el investigador checo Miloš Táborský, la combinación de ejercicio regular y consumo moderado de vino mejora los marcadores de la aterosclerosis, y podría proteger también del riesgo cardiovascular. Entre aquellas personas que hacían deporte al menos dos veces por semana, el vino (tanto el tinto como el blanco) provocó un incremento significativo de los niveles de colesterol “bueno” (HDL) y redujo los niveles del “malo” (LDL).
In Vino Veritas
La investigación, bautizada con la expresión latina In Vino Veritas (En el vino, la verdad), es uno de los primeros experimentos de larga duración en los que se ha estudiado los efectos del vino asociados a la práctica de ejercicio.
Durante un año, 146 personas participaron bebiendo cantidades moderadas de vino, cinco días a la semana. Los hombres, en torno a dos y dos copas y media al día; las mujeres, de una a dos. La mitad de los 146 participantes bebieron vino tinto de la uva Pinot Noir, la otra mitad vino blanco, de la variedad Chardonnay-Pinot. Después, tenían que anotar en sus diarios todo el alcohol que bebían, así como su dieta y actividad física.
“La paradoja francesa”
La investigación checa es la última de una larga lista de estudios que han tratado de observar los efectos del vino sobre la salud. Uno de los primeros grandes estudios sobre el vino se publicó en 1992 en la revista The Lancet. En él, los doctores Serge Renaud y Michel De Lorgeril identificaron lo que se conoce como “la paradoja francesa”: los estudios mostraban que los europeos que consumían mayor cantidad de grasas saturadas morían antes, pero los franceses se salvaban porque su mayor ingesta de vino contrarrestaba los efectos nocivos de las grasas saturadas.
“La paradoja francesa” tuvo un enorme impacto en la industria del vino, pero investigaciones posteriores han relativizado las bondades de la milenaria bebida. Es verdad que el consumo moderado de alcohol tiene algunos beneficios cardiovasculares, pero también se ha demostrado que puede aumentar el riesgo de padecer cáncer de mama o esófago.