“No se conocen las causas de la muerte (de estos animales, pájaros y murciélagos) pero parece que la superficie extremadamente reflectante del lago les confundió y les hizo estrellarse contra el lago”, señala Brandt en su libro ‘Across the Ravaged Land’.
“El agua (del lago) tiene una altísima densidad de natrón y de sal, tan alta que en unos segundos decapaba la tinta de mis cajas de película Kodak. (El natrón y la sal) provocan que las criaturas queden calcificadas, perfectamente conservadas (en su forma)”, agrega.
Más allá de servir de área de reproducción para un tipo de flamenco (el flamenco enano) y de hogar para cierto tipo de algas, el lago Natron es un lugar inhóspito para la vida.
De color rojizo, por las bacterias y algas que viven en él, este lago salado puede llegar a registrar temperaturas de hasta 60 grados centígrados, según New Scientist.
Al fotógrafo le llamó la atención cómo se conservaban los cadáveres de los animales, porque aún se podía apreciar detalles de la lengua de un murciélago o de su pelaje, aunque su hallazgo preferido fue el de águila pescadora.
Las fotografías fueron tomadas en 2010 y 2012. “No había forma de moverles un ala o girarles la cabeza si buscaba una fotografía mejor. Eran como rocas. Así que lo que hicimos fue situarlos en ramas o piedras conforme los íbamos encontrando”, añadió.
Al recolocarlos, quería profundizar en esa contraposición de vida y muerte, con los animales muertos pero en posiciones que correspondían a cuando estaban vivos. El nuevo libro de Nick Brandt es el tercer tomo de una trilogía con la que ha querido documentar la desaparición de vida animal en África.