Al final, Japón se impuso a Turquía por 60 votos a favor frente a 36. Un resultado previsible —las casas de apuestas daban como favorita a la capital del país del sol naciente—, pero que no pudo evitar el tremendo jarro de agua fría que para entonces se vivía entre la delegación española.
Tokio era la candidatura más fiable y solvente gracias a lo potente de su economía y al rigor demostrado en la lucha contra el dopaje, precisamente los puntos en los que más débil se mostró Madrid, que aun así partía con mucha más confianza que en las anteriores intentonas para los Juegos de 2012 y 2016.
Sorprende que el COI preguntara sobre la Operación Puerto cuando España ya había puesto en marcha su Ley Antidopaje. La sorpresa es doble si se tiene en cuenta también que los casos de doping han sido mucho más escandalosos —y numerosos— en Turquía. Otros, sin embargo, creen que el punto clave fue la crisis económica. Francisco Blázquez, presidente de la Federación Española de Balonmano —uno de los desplazados a Buenos Aires— fue muy claro al respecto: «Los presidentes de las federaciones deportivas internacionales, que forman parte del COI, sabían muy bien los apuros económicos por los que estamos pasando las federaciones españolas.
Y eso al final pesa mucho», Turquía realizó una presentación agresiva en la que mostró su potentísimo crecimiento económico. Japón, por su parte, presentó números contantes y sonantes. Su proyecto era más caro que el madrileño, pero su economía es mucho más fuerte y segura. El país asiático no tiene problemas graves de financiación como España, y eso también se pudo ver en la presentación. Fukushima no fue un hándicap para Japón Tampoco Fukushima supuso un problema para Japón.
No evitaron hablar de su punto flaco, y lo utilizaron como un recurso sentimental apelando al merecimiento de celebrar unos Juegos después del sufrimiento provocado por el tsunami y el pánico nuclear. Tras las lágrimas, la gran pregunta que queda ahora en al aire es, ¿se presentará Madrid una cuarta vez? No parece ser que vaya a ser así. La mayoría de los máximos responsables del Ayuntamiento y la Comunidad evitaron responder a esta cuestión. Hubo miembros de la delegación (sobre todo presidentes de federaciones deportivas y empresarios) que apostaban por un nuevo esfuerzo, pero personajes relevantes de la candidatura, como Theresa Zabell, no parecían tenerlas todas consigo: «Lo veo difícil», aseguró a 20Minutos, con un claro gesto de tristeza en su rostro, mientras charlaba con Arturo Fernández, presidente de la patronal madrileña: «Con el cuerpo que se nos ha quedado, pues ahora no sabemos qué decirte.
Ahora, si preguntan dentro de un año… la verdad es que tenemos que reflexionar», explicaba Fernández. El príncipe Felipe también dejó ver su decepción, pero dio ánimos a Madrid con un mensaje de esperanza: «Nuestro legado olímpico es fuerte. Esto solo nos puede dar ánimos para levantarnos», aseguró. Mariano Rajoy, por su parte —por cierto, el presidente hizo su presentación en castellano y leyendo un folio— echó mano del relativismo: «A veces se gana y algunas se pierde», dijo. Los Juegos de 2024, un reto demasiado lejano Y es que para 2024 el reto ya se antoja casi imposible. Barcelona ya avisó que si la capital no ganaba presentaría su candidatura para los Juegos invernales de 2018, lo que cerraría la puerta a Madrid, que además tendría que enfrentarse, seguramente, a pesos pesados como Roma o París.
Palabras mayores. Aún así, todavía nadie se explica cuáles fueron los motivos verdaderos por los que el COI ha acabado dando un varapalo de tal calibre a la capital de España (y ya van tres). Aunque quizás, el que mejor explicó los entresijos del comité olímpico fue el medallista olímpico Fermín Cacho: «Hasta que el COI no sea un organismo plenamente democrático y sus miembros sean elegidos entre todos los deportistas del mundo, yo no me volvería a presentar». Puede que Cacho tenga razón y el COI tenga que cambiar. Pero, y Madrid, ¿tiene que cambiar? ¿Está preparada Madrid para medirse tú a tú con grandes urbes como Londres, Tokio o Nueva York?
Tal vez los madrileños tengan que hacer examen de conciencia y asumir que una ciudad con más de 7.000 millones de deuda y una cuarta parte de su población activa en paro no está para fiestas, por muy olímpicas que sean.
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