Varias esculturas de diablos de Tasmania con rostros elaborados a partir de personas reales presiden una exposición del artista español Javier Aguilera Vela inaugurada hoy en ese estado australiano.
Las dieciocho imágenes de los emblemáticos animales, efectuadas con arcilla y policromadas al óleo, forman parte de un proyecto de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Tasmania, donde se exhibirán hasta la próxima semana.
«La idea era mostrar la fuerte relación que existe entre los ciudadanos de Tasmania y este fantástico animal. Para hacer esto tomé fotos de gente desconocida por la calle, en las tiendas, en la universidad, etc», explicó el artista, nacido en León en 1969.
Su objetivo fue «poner la personalidad de estas personas dentro de varias esculturas de diablos de Tasmania, de esta manera ellos ven que son parte de este animal y, viceversa, que este animal es parte de ellos. Así que cuidarlo y protegerlo es cuidarse y protegerse ellos mismos».
Aguilera afirmó que en el diseño de las esculturas amoldó las caras humanas en los rasgos de los diablos, aunque sin alterar su naturaleza animal.
Uno de los modelos que se prestó para el proyecto fue David Walsh, el fundador del museo de arte contemporáneo MONA en Tasmania, una isla-Estado situada en el sur de Australia.
El artista definió a Walsh, apodado el «diablo de Tasmania», como un «tipo increíblemente inteligente» que fundó el centro de arte tras amasar una fortuna en las apuestas.
Los primeros colonizadores blancos de Tasmania llamaron al marsupial «demonio» por sus chillidos aterradores, mal carácter, pelo oscuro y fuerte mandíbula.
«La primera impresión es que es un ser adorable, un poco más grande que un gato, te dan ganas de cogerlo y acariciarlo. Ahora bien, cuando hay comida y ves sus mandíbulas y oyes los ruidos que emiten, ahí te das cuenta de que te encuentras ante un animal muy poderoso», señaló el artista español.
El diablo de Tasmania (Sarcophilus laniarius) fue catalogado como especie en peligro de extinción en 2009 debido a un cáncer letal que amenaza su existencia y que ahora los científicos tratan de erradicar con ayuda del Gobierno.
El marsupial carnívoro más viejo del mundo desapareció del continente australiano hace unos cuatro siglos, posiblemente por la creciente presencia del perro salvaje o dingo, pero sobrevivió en la isla de Tasmania.