Según la agencia espacial estadounidense, la tormenta, que pasó cerca de la órbita terrestre el 23 de julio de 2012, era la más fuerte de los últimos 150 años. En 1859 se registró un fenómeno similar que destruyó el sistema de telégrafos de EE.UU.
En caso de que la erupción hubiera ocurrido una semana antes, la Tierra se habría encontrado en la trayectoria de la tormenta, y como consecuencia “todavía estuviéramos recogiendo los pedazos”, explicó el físico Daniel Baker, de la Universidad de Colorado.
En lugar de ello, la tormenta impactó contra la nave espacial STEREO-A spacecraft, un observatorio solar equipado “para medir parámetros de eventos de este tipo”, añadió la NASA.
De acuerdo con la agencia espacial, la tormenta podría haber provocado apagones generalizados y daños en todo aparato conectado a un tomacorriente, así como la destrucción de los satélites espaciales. “La mayoría de la gente incluso ni siquiera habría sido capaz de limpiar su inodoro, debido a que los suministros urbanos de agua dependen en gran medida de las bombas eléctricas”, agregó.
Baker, por su parte, está “más convencido que nunca de que la Tierra y sus habitantes fuimos increíblemente afortunados de que la erupción del 2012 haya ocurrido en ese preciso momento”, porque si hubiera ocurrido una semana antes, nuestro planeta “habría estado en la línea de fuego”.
Anteriormente el físico Pete Riley publicó otro estudio en el que concluyó que existe una probabilidad del 12% de que una tormenta solar como la de 1859 golpee nuestro planeta en los próximos 10 años.