El papa Francisco ofició una misa en una basílica de Roma a la que asistieron representantes de las iglesias ortodoxa, anglicana y de otras comunidades cristianas, con la esperanza de acercar a estas ramas cristianas, divididas entre sí desde hace siglos.
El servicio, el sábado por la noche en la basílica de San Pablo Extramuros, coronó una semana de esfuerzos en Roma y en todo el mundo para fomentar la unidad entre todo tipo de iglesias cristianas.
El papa dijo a los participantes que las divisiones entre los cristianos perjudican la obra de predicar el Evangelio en el mundo.
Francisco instó a los cristianos a seguir con humildad «en el camino hacia el restablecimiento de la unidad plena y visible».
El pontífice también pidió ayuda a Dios para la superación de «nuestros conflictos, nuestras divisiones y nuestro egoísmo», factores que él describió como obstáculos hacia la unidad.